Maximiliano de Habsburgo Emperador de México

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Sin duda, uno de los episodios más fascinantes de la historia de nuestro país, es el breve reinado del archiduque Maximiliano de Habsburgo en México, que tuvo lugar entre 1864 y 1867. Una infinidad de libros dan cuenta de los acontecimientos militares y políticos, pero también de las extravagancias y las pasiones de este insigne personaje y de su esposa, la princesa Carlota Amalia, hija del rey de Bélgica.

A Maximiliano no se le rememora como el extranjero que usurpó el poder legítimo republicano. En cambio, su recuerdo quedó gravado en la memoria de los mexicanos como el de un hombre noble y bien intencionado, que llevó a cabo obras que trascendieron a su tiempo.

Pero ¿quién fue Maximiliano y cuál fue su herencia para nuestro país? Veamos.

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Nacido en Viena, Austria, el 6 de julio de 1832, Fernando Maximiliano era hijo del monarca de Austria-Hungría, Francisco Carlos y de su esposa Sofía Guillermina de Wittelsbach, princesa de Baviera. En su calidad de príncipe con derecho a la sucesión, recibió una educación privilegiada, que lo llevó a ser un conocedor de la historia de la humanidad y a desarrollar una gran sensibilidad hacia el arte, la música y la literatura.

Casado con la princesa Carlota Amalia de Bélgica, Maximiliano vivía en un Castillo en la población de Trieste, al Norte de Italia, cuando fue invitado por una delegación de conservadores mexicanos para ser monarca de México, una vez que las fuerzas militares del emperador de Francia Napoleón III habían conquistado el territorio de este país.

El 12 de junio de 1864, Maximiliano y Carlota hicieron su triunfal entrada a la Ciudad de México dando inicio a un reinado que, aunque breve, dejaría huella en la memoria de los mexicanos.

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Al arribar a la ciudad capital, Maximiliano quedó deslumbrado por la belleza del Castillo de Chapultepec, por lo que decidió establecer ahí su residencia. Para ello, construyó habitaciones en lo que fuera la terraza del Colegio Militar, en torno al torreón conocido como Caballero Alto y realizó importantes modificaciones arquitectónicas que embellecieron esa monumental edificación.

Después de algunos meses de ser el monarca de México, emprendió una original obra urbana, que le permitiría regresar diariamente de su despacho en el Palacio Imperial a su hogar en el Castillo de Chapultepec: el Paseo del Emperador, inspirado en los Campos Elíseos de París, que con el tiempo se convertiría en el Paseo de la Reforma y en una especie de museo abierto, con monumentos que testimonian los principales momentos y personajes de la historia mexicana.

Resulta sorprendente constatar que Maximiliano asumió plenamente la identidad mexicana, convirtiéndose en un promotor de la historia y la cultura de nuestro país.

Empeñado en promover entre los ciudadanos una conciencia sobre su historia y su identidad, creó el Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia, con las colecciones que se encontraban embodegadas en la Universidad, dotándolo de un edificio propio, que antes había alojado a la Casa de Moneda de México. Por su parte, el Palacio Imperial (Palacio Nacional) fue remodelado y se creó el gran Salón de Embajadores, en tanto que los artistas de Academia de San Carlos elaboraron importantes obras pictóricas para ornamentar el palacio.

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Una de los rasgos más sorprendentes del archiduque Maximiliano, fue el gran aprecio que tenía por los habitantes indígenas de México y por la riqueza de su arte y su cultura. Para estar en condiciones de acercarse a este sector de la población, Maximiliano aprendió el idioma náhuatl. Gustaba de vestirse con coloridos trajes de chinaco –antecesor del charro mexicano- y viajar en su carruaje en los alrededores del valle de México, para conocer a los campesinos y entablar plática con ellos.

Pero mientras Maximiliano realizaba obras en beneficio de su país adoptivo, los acontecimientos políticos iban erosionando a su monarquía. Debido a que se negó a derogar las leyes de reforma que habían despojado de sus bienes materiales al clero, perdió el apoyo de la Iglesia católica representada por el papa Pío IX y de una parte importante de los conservadores mexicanos. Por su parte, en 1866, Napoleón III decidió el retiro de las tropas francesas de México, lo cual se concretó en febrero del años siguiente.

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Con la intención de lograr recuperar el apoyo de Napoleón III y del Vaticano para el Imperio mexicano, Carlota marchó a Europa. Sus gestiones no arrojaron ningún resultado positivo; en cambio Carlota perdió la razón y fue protegida por su familia, siendo recluida en un castillo en Bélgica.

Con un ejército reducido, Maximiliano se enfrentó a las fuerzas liberales del presidente Benito Juárez, que terminaron por derrotarlo y capturarlo en la ciudad de Querétaro. Tras de ser enjuiciado por una corte militar, el archiduque de origen austriaco fue ejecutado el 19 de junio en el Cerro de las Campanas, en la misma ciudad.

Su legado

A más de 150 años de la muerte de Maximiliano de Habsburgo, México preserva la memoria de este ilustre personaje en el Museo Nacional de Historia, que desde su instalación en el Castillo de Chapultepec, conserva las habitaciones, salones, muebles y objetos artísticos que pertenecieron a la pareja imperial, entre los que destaca el hermoso carruaje ceremonial, recreando de esta manera, este trascendental episodio de nuestra historia nacional.

Te recomendamos leer:

Egon Caesar Corte Conti. Maximiliano y Carlota. México, Fondo de Cultura Económica.

Fernando del Paso. Noticias del Imperio. México, Fondo de Cultura Económica. 2013.